Cuando pensamos en la palabra “berrinche” lo más probable es que nos imaginemos a un niño pequeño tirado en el piso pataleando o a una niña gritando en el carrito del súper porque no le compraron lo que se le antojó o cualquier escena parecida que involucre a niños pequeños. ¡Cómo si sólo los niños chiquitos hicieran berrinches!
El berrinche es una explosión de energía que pone de manifiesto la frustración ante algo que no salió -en este caso- como el niño deseaba. Ante la falta de capacidad de regulación emocional, de aceptación de las cosas como son (normal en ciertas edades) cuando los niños se frustran esta explosión de energía trae consigo conductas como llanto, gritos, manoteos, tirarse al suelo, patalear, pegar, aventar cosas, incluso pellizcar o morder. Todos hemos visto a niños hacer berrinche y sabemos de lo que estoy hablando.
Las respuestas más comunes de los papás ante los berrinches de los niños suelen ser: regañarlos por mal portados y no validar lo que están sintiendo; dejarlos que hagan el berrinche en un lugar en donde ellos no los vean hasta esperar que se les pase, para luego decirles que eso no se hace y que está muy mal porque no tenían razón. Hay incluso papás que amenazan de diferentes formas con tal de que los niños guarden silencio y cambien su actitud, hay otros que les pegan o que los jalonean. Lo que queda claro es que a casi nadie le gustan los berrinches de los hijos y buscan diferentes formas -generalmente no muy acertadas- para que “no sean berrinchudos”. *
Bien, pues a lo largo de la vida niños, jóvenes y adultos seguimos haciendo berrinches. Surgen del mismo lugar: la frustración. Lo que cambia es la forma en que los manifestamos. No me imagino a una mamá manoteando y zapateando al mismo tiempo que llora desconsolada a todo pulmón porque su hija adolescente una vez más no recogió su cuarto que parece zona de batalla. Ni me imagino a un chavo de 17 años tirado en el suelo del OXXO pataleando porque no le vendieron unas cervezas.
Sin embargo, los jóvenes sí hacen berrinches y los papás también. ¿Cómo son los berrinches de los papás? Lo primero que quiero que sepas es que son horribles para los hijos y dañan la relación, nos alejan y además, aunque probablemente sea una forma de conseguir lo que queremos de ellos en el corto plazo, en el largo plazo dejan de surtir el efecto deseado sobre su conducta. Así es que básicamente ¡No aportan nada a la relación!
Los berrinches en los adultos tienen diferentes manifestaciones, por ejemplo, cuando les dejamos de hablar a nuestros hijos, cuando les gritamos tratando de ganarles una pelea y luego usamos nuestras armas súper secretas y poderosas que son el chantaje, la manipulación y las amenazas. Cuando ya no queremos escucharlos, nos vamos del lugar y los dejamos hablando solos porque no hicieron lo que nosotros queríamos que hicieran. Cuando los agredimos física o emocionalmente porque estamos desesperados de que no nos hagan caso. Cuando los castigamos sin razón alguna, sólo porque ese día no estábamos tolerantes; cuando aventamos cosas o damos manotazos. En fin, hay muchas formas en que manifestamos el berrinche proveniente de nuestra frustración. Ninguna de ellas es una forma sana de lidiar con aquello que nos la provocó. Y como si no fuera suficiente, generalmente como adultos cuando hacemos berrinches nos justificamos diciendo que fue el otro quien nos provocó y por eso reaccionamos así.
¿Qué pasó con eso de que los berrinches no están bien, no son válidos, así no se debe actuar? ¿Eso sólo aplica para nuestros hijos? ¡No inventen! Por lo menos si de berrinches se trata les tengo una noticia: nuestros hijos tienen más derecho para hacerlos. Es más, los berrinches en cierta edad son necesarios incluso sanos. Los niños pequeños no tienen por qué saber manejar su frustración, somos nosotros quienes les tenemos que ir enseñando a canalizarla, a autorregularse, y darle una mejor salida lo cual nos llevará tiempo lograr y, cuando creímos que ya lo habíamos logrado llega la adolescencia con nuevas frustraciones y formas de hacer berrinche. Digamos que en ciertas edades ellos sí que pueden justificar sus berrinches, pero ¿nosotros? **
Como adultos y padres de familia tendríamos que ir trabajando en darnos cuenta qué es lo que me frustra tanto y qué hago con la frustración. ¿Me doy cuenta de lo que estoy sintiendo y pensando? ¿Valido mi emoción, cómo la manejo? ¿Hago berrinches, cómo los hago? ¿Me justifico y busco culpables?
Una vez concientizados de esto hay que buscar métodos diferentes que nos permitan tranquilizarnos y sacar la frustración de una mejor manera. Podemos hacer ejercicios de respiración, tomarnos un tiempo fuera para nosotros mismos en algún lugar que me permita alejarme de lo que está pasando antes de que explote; llamar a alguien para desahogarme, salir a caminar, escuchar música, meditar, tomar un baño, hacer algo que me distraiga y me guste; llorar, pegarle a una almohada, etc.
Sentir frustración en la vida y con los hijos es INEVITABLE.
Hacer berrinches como adultos ¡sí lo podemos evitar! Dejar de hacerles berrinches a nuestros hijos cuida la relación que tenemos en vez de lastimarla. Cuando aprendemos a lidiar mejor con la frustración y a autorregularnos vamos a estar en capacidad de mostrarles a ellos esto mismo y de esta forma no serán adultos berrinchudos que sigan repitiendo patrones por más generaciones.