15 pautas para manejar los berrinches

Los berrinches son algo que nos preocupa a la mayoría de los padres. No nos gusta que nuestros hijos hagan rabietas y menos en público. Es común que cuando un niño tiene una pataleta nos sintamos juzgados por otras personas, que pensemos que están atentas a la forma en que manejamos la situación; asumimos que piensan cosas negativas de nuestro rol como padres o de nuestro hijo en ese momento; nos da pena, nos ponemos tensos y queremos salvar la situación lo antes posible. Si nuestro hijo suele hacer berrinches seguido lo más probable es que estemos hartos y desgastados de esta situación. Todo esto seguramente nos llevará a reaccionar de una forma que resultará inadecuada para ambas partes.

Lidiar con las rabietas de los hijos no es para nada sencillo, lo primero que necesitamos hacer es cambiar nuestra forma de verlas. En el artículo Comprendiendo los berrinches encontrarás información que te puede ayudar a lograrlo. Cuando cambiamos la mirada y nos aproximamos a los berrinches entendiendo lo que hay atrás podremos empatizar con ellos, tranquilizarnos y tomar mejores decisiones en el manejo de estas crisis.

La Dra. Becky Bailey (2001, 183) menciona que como padres nos corresponde “ayudar a los niños a salir de su frustración sin sentirse abandonados. El rechazo, el abandono y la vergüenza crean más ira y aumentan la posibilidad de más berrinches”. Cuando como adultos podemos estar calmados y podemos empatizar con ellos les enseñamos que su enojo va a pasar, que está contenido, que el enojo no es malo, y que nosotros estamos ahí para sostenerlos. Por el contrario, cuando los dejamos solos “hasta que se te pase”, los amenazamos con “darte motivos para llorar”, les decimos “que feo te ves cuando te portas así” etc., el mensaje que les damos es que solamente los queremos, aceptamos y pueden estar con nosotros si se portan de acuerdo con nuestras expectativas que, por cierto, son irreales.

"Sé realista y no pretendas un control de conducta impropio de su edad" - (Bailey, 2001. p.183)

De modo que de lo que se trata no es ni de quitarles la frustración ni de cambiarles la emoción que sienten. Se trata de enseñarles a darle una mejor salida a su emoción, a regular su conducta. Es decir, el mensaje que buscamos mandar es que se vale enojarse y frustrarse, se vale llorar, pero no obtendrás lo que deseas mediante gritos, golpes o cualquier otra conducta disruptiva. Es más, se trata de mostrarles que muchas veces no va a obtener lo que quiere aun con una buena conducta pues no siempre tendremos lo que queremos de la vida.

Es verdad que lograr esto no es sencillo, a la mayoría -si no es que a todos- nos ha pasado que les dimos una negativa ante algo y fue tanta su insistencia, su pataleta o la presión social que sentimos con su conducta que terminamos cediendo. Esto es “apagar fueguitos sin apagar el incendio”. Lo que van a aprender los niños en estas ocasiones es que los berrinches funcionan para obtener lo que desean.

Pero no te preocupes, en esto de la maternidad no tenemos que ser perfectas, nadie puede serlo, la vamos a regar una y mil veces. Pero podemos ir haciendo conciencia sobre las cosas que no funcionan a la larga e irlas modificando.

Es normal que no siempre nos salgan las cosas conforme lo planeamos, la gran ventaja de la maternidad es que es un camino largo que nos da oportunidades para practicar y hacerlo mejor día con día.

Cuando se trata de manejar los berrinches de nuestros hijos hay algunos lineamientos que han mostrado ser útiles para los padres, dan buenos resultados para transmitirles seguridad y confianza a los niños, para ir modelando la conducta y disminuir la frecuencia de las rabietas. Algunos de éstos son:

  1. Mantén la calma, respira, contacta contigo para identificar lo que el berrinche genera en ti y así poder controlar tus emociones.
  2. Cambia la mirada hacia lo que le está pasando a tu hijo. Pon tu mirada en él, recuerda que se trata de ayudarlo, esta vez no se trata de ti.
  3. Comprende que lo que hay atrás del berrinche es frustración. Tu hijo la está pasando mal -peor que tú- y no está pudiendo regular su emoción, por eso su conducta se desborda. Puedes leer más sobre lo que hay atrás de un berrinche en nuestro texto “Comprendiendo los berrinches”.
  4. No te tomes personal su rabieta.  Con frustración se hacen y dicen cosas que no salen del fondo del corazón. Tu hijo puede hacer y decir cosas que no son la esencia de su ser ni es lo que siente por ti.
  5. Predica con el ejemplo. No le pidas que sea un adulto que sepa controlarse, eso llegará en algún momento en tanto se lo vayas enseñando. ¿Te has puesto a pensar si haces berrinches y cómo los haces? Puedes leer más sobre los berrinches en adultos en nuestro texto “Los adultos también hacemos berrinches”
  6. Espera a que baje la emoción. No le des sermones o trates de cambiar lo que siente en el momento de la rabieta. Acuérdate que no hay berrinche que dure 100 años ni mamá que lo aguante. Espera y confía en que la emoción bajará, tu hijo se tranquilizará y entonces ya será momento de reflexionar sobre lo ocurrido.
  7. Empatiza. Mientras está el berrinche, dependiendo de la edad de tu hijo, puedes abrazarlo si te lo permite y decirle algo empático como “enoja que las cosas no sean como esperabas”, “se te antojaba mucho un helado y esta vez no se puede, eso se siente feo”, “está bien, no pasa nada si te enojas”. Cuida la forma de mirarlo y tu tono de voz para que sean frases empáticas. Si no puedes decir nada porque te sientes sobrepasada solamente espera junto a él a que se le pase.
  8. Cuida que no se haga daño ni dañe a otros (personas o cosas). En caso de que tu hijo tienda a pegar o a golpearse detenlo firmemente y sin gritarle hazle saber que está bien sentir enojo, pero no puede lastimar o lastimarse. En caso de que tengas a la mano un lugar seguro para poder pegar (sillón, cojines, cama) puedes llevarlo ahí para que se descargue. Quédate con él en ese lugar. Parte de lo que te corresponde como mamá cuidar su integridad física.
  9. Transmite seguridad, calma y conexión. Mientras está la crisis no puedes hacer mucho más que los puntos 7 y 8. En esos momentos sólo puede expresar su frustración, no va a razonar, escuchar o reflexionar. Al decirle frases empáticas con el tono, mirada y lenguaje corporal tranquilos le transmites que estás con él, lo estás sosteniendo, tal vez al principio ni siquiera escuche las frases que le digas, pero sí sentirá calma, seguridad, conexión y aceptación a él como persona y a su emoción, no a la conducta.
  10. El amor no está peleado con la firmeza, pero FIRMEZA no es lo mismo que RUDEZA. Puedes ser firme y no ceder a lo que pide sin necesidad de gritar o jalonearlo.
  11. Se congruente, si le diste una negativa ante algo, no cedas por su pataleta.
  12. Prevé situaciones que puedan desencadenar un berrinche. Aunque no todo es previsible, trata de prever ciertas situaciones que pueden terminar en rabieta.  Por ejemplo, si lo ves muy cansado no pongas sobre demandas en él o no lo lleves a una juguetería. Atiende primero el cansancio o el hambre ya que estas necesidades pueden llevarlo a estar más irritable y a desencadenar berrinches. Si está muy divertido en algún lugar o entretenido viendo la televisión, puedes avisarle con tiempo que falta poco para que termine la actividad. Para estas ocasiones poner una alarma juntos en el celular funciona bastante bien. Los niños no tienen noción del tiempo, pero identifican perfectamente una alarma. No esperes que al sonar la alarma haga las cosas de buen agrado, probablemente al principio no será así, pero con el tiempo y constancia empezará a funcionar.
  13. Muévete de lugar junto con tu hijo. Si estás en un lugar incómodo mientras se da el berrinche, por ejemplo, en casa de tus suegros, o una reunión con amigos es normal que te de pena lo que está pasando, en esos casos puedes con calma salir del lugar con tu hijo e irse ambos a algún lugar fuera de la vista de las personas en donde puedas esperar tranquilamente a que pase la pataleta. No tienes por qué exponer a tu hijo ni exponerte a ti a comentarios, miradas o intervenciones que no necesitan en ese momento y que solamente contribuyen a aumentar la tensión.
  14. Respeta su proceso. Lo esperable en una rabieta es que el niño pase del enojo a ir entendiendo que su demanda no va a ser satisfecha. Empieza entonces un proceso de adaptación, viene la tristeza y luego un espacio en donde ya puede contactar otra vez contigo, acepta tu cercanía y lo que tienes que decirle. 
  15. Reflexiona para corregir la conducta. Una vez que hay tranquilidad, y vuelve a ser él mismo es cuando puedes retomar el incidente, reflexionar con empatía lo que pasó, validar la emoción que sentía y mostrarle una forma diferente de hacer las cosas en otra ocasión. Hazlo sin enojo, sin enormes sermones, siendo concreta, poniéndote a su altura y viéndolo a los ojos. Recuerda que estás corrigiendo la conducta no a tu hijo.

La madurez lleva un proceso largo, van a haber muchos berrinches antes de que pueda templar su conducta.

Siguiendo estas pautas es muy probable que poco a poco vayan teniendo menos explosiones ante la frustración. En su lugar, aprenderán a darle una mejor salida, entendiendo que las cosas no siempre son como ellos quisieran, aceptando que sienten frustración, tristeza o enojo por lo mismo, sabiendo que pueden hablar de lo que sienten, que la emoción va a pasar y van a adaptarse a las situaciones que no pueden modificar cambiando su actitud frente a ellas. 

Esta forma de hacerle frente a la frustración, se volverá una forma de vida, de comunicación con los hijos y será muy útil en sus diferentes etapas. Se que suena complicado y ¡es complicado! pues exige que como padres podamos mantenernos en calma regulando nuestras propias emociones. ¡Practícalo una y otra vez! Poco a poco será más familiar y sencillo. No te desesperes si la mayoría de las veces lo logras y de repente una o dos no pudiste y regresaste a viejos patrones. Recuerda que nadie es perfecto, la siguiente vez que haga un berrinche tu hijo vuelve a retomar estas 15 pautas. ¡Sí se puede y vale la pena!

Bailey, B. (2001). Edúquelos con amor. 7 habilidades básicas para convertir los conflictos en cooperación. México: Pearson. p.183

Mary Carmen