De niños a marcianos: ¡Cambió su cuerpo!

Hasta hace poquito tenías una hija que jugaba a ser princesa, un hijo que soñaba con ser Messi o que se divertía recolectando bichos en la tierra.
Niños que buscaban casi con cualquier pretexto meterse entre tus cobijas para que los apapacharas, que despertaban en las mañanas de cualquier fin de semana contentos y listos para ir contigo al plan que tenías organizado.

Pero un día, luego dos, tres, y luego cada vez más seguido estos niños adorables empezaron a actuar de forma diferente. Se les ocurrió despertar de malas, estar apáticos, pedirte que ya no les des un beso frente a sus amigos, voltearte los ojos, decirte “¡ashhhh!” cuando algo no les parece y pasar cada vez más tiempo metidos en su recámara.

Es como si de repente, mientras dormías, hubiera llegado una nave espacial que se llevó a tus hijos y te dejó a unos seres que físicamente se parecen a ellos pero que en realidad son como marcianos. Seres que se comportan de forma incomprensible y muchas veces de forma poco amable.

Puede sonar incluso divertido si lo platicamos de esta forma, pero lo cierto es que estos hijos adolescentes sí pueden parecernos seres de otro planeta. Nos sacan de onda sus respuestas y su forma de actuar, además sentimos que fue de un día para otro, casi como si ni lo hubiéramos visto venir y por lo mismo no estábamos preparadas. Estas criaturas con su comportamiento impredecible, sus reacciones muchas veces desproporcionadas, un lenguaje que no entendemos del todo y sus cambios físicos nos confirman que algo ha cambiado y no hay vuelta atrás; que la etapa de la infancia está concluyendo. Lo mejor que podemos hacer es conocer para entender lo que les sucede y podernos relacionar con ellos de una buena forma.

Lo primero que vamos a observar en nuestros hijos son sus cambios físicos, crecen y no necesariamente de forma regular y proporcionada. De repente los vemos con los brazos larguísimos o las piernas igual de largas, a veces ellos mismos sienten que, por ejemplo, tienen una pierna más larga que la otra. Algunos suben y otros bajan de peso, empiezan a salir vello en pubis y axilas, en las niñas comienza el crecimiento de los senos, en la mayoría aparece algo de acné, algunos cuantos comienzan con caspa (es normal, se conoce como caspa del adolescente y no tiene que ver con que su higiene es deficiente. Llévalo a un dermatólogo para que ayude con esto y con el acné), sudan y cambia su olor corporal, sus facciones se van modificando, etc.

Nada de esto es anormal, lo vivimos nosotras y lo vemos todos los días con conocidos y desconocidos. Pero no es lo mismo verlo en alguien más y haberlo experimentado hace algunos años que ver estos cambios en nuestros hijos.
¿Te has preguntado qué sientes cuando ves que el cuerpo de tus hijos se va modificando? ¿Te da miedo por lo que puede venir más adelante? ¿Curiosidad? ¿Te sorprende? ¿Te lleva a sentir nostalgia por el bebé que fue? Creo que a todas nos pasa algo cuando vemos nuestros hijos tan cambiados, tan "marcianos".

Aunque sea difícil no podemos ser reactivas a sus cambios, primero debemos entender qué es lo que nosotras sentimos. Recuerda que nuestras emociones influyen completamente en la forma en que actuamos.

Así como a nosotros nos pasan cosas con el cambio físico que estas criaturas están sufriendo, también a ellos les pasan cosas. Desconocen su cuerpo, generalmente no se sienten muy contentos cuando ven los primeros vellos ni muy cómodas las niñas cuando los senos empiezan a crecer. Ellos no necesariamente se percatan de su olor, pero nosotros ¡vaya que sí lo notamos! Seamos prudentes, hay formas educadas y sensibles de hacerles notar que es momento de que empiecen a usar desodorante. Evitemos agredirlos y decirles cosas hirientes o en forma de sarcasmo cuando tengamos que abordar algún tema sobre su olor corporal, aliento, pelo o cuerpo.

Los cambios físicos para ellos no son fáciles de vivir, se comparan unos con otros. No les gusta ser ni los más altos ni los más bajitos; ni ser las más desarrolladas ni las últimas en desarrollarse; es incómodo ser de los primeros que les cambia la voz, pero tampoco quieren ser los últimos; ser de las primeras en que tener la menstruación les choca, les da pena y se sienten muchas veces fuera de lugar. En general a los adolescentes en todo este aspecto relacionado con los cambios físicos les gusta ser del promedio. Uno de sus lemas podría ser: “Mientras menos diferente a los demás me veo, más cómodo me siento”.

Nuestros queridos marcianos, tienen que ir aprendiendo a convivir con la nueva forma de su físico, con sus nuevas dimensiones, esto último también les cuesta trabajo. Es común que se peguen por todas partes porque no calculan el tamaño de su cuerpo, que tiren cosas, que se tropiecen. Parecen torpes y muchos de ellos así se sienten lo que puede llevarlos por ejemplo a no querer hacer algunas cosas, es común que los hombres no quieran bailar o hacer cosas que les pida precisión en la psicomotricidad.

Como si esto fuera poco, crecer literalmente les duele. Es común que tengan dolores en las rodillas, las piernas y los pies; puede dolerles el crecimiento de los senos a las niñas y de los testículos a los niños. Suelen encorvarse en vez de estar derechos lo que los puede llevar a sentir dolor en la espalda y a tener contracturas musculares. Muchas veces para lograr acomodarse agarran unas posturas que cualquiera diría que se ve muy incómodo, es casi como si fueran contorsionistas y por increíble que sea ¡así todos chuecos se quedan dormidos! Si vez a tu adolescente dormido en una posición extraña déjalo, así logró acomodar su cuerpo con sus nuevas dimensiones.

Dentro de las cosas que vienen aparejadas a estos cambios es la dificultad para encontrar ropa que les quede bien y que les guste. Es una etapa muy complicada para ir de compras con ellos. Se desesperan por no encontrar su talla o porque lo de chiquitos les queda pero ya no les gusta, y las tallas de adultos no les quedan; o les quedan de lo largo los pantalones, pero no de la cintura. Hay niñas a quienes les da mucha ilusión comprar su primer brassiere, otras a quienes les da pena. Nos toca acompañarlos con ¡MUCHA PACIENCIA! Implica todo un reto llevarlos a comprar algo de ropa y que no haya dramas o pleitos. Hazte a la idea de que son ellos quienes la están pasando peor y pregúntate ¿si tu estuvieras en esa situación cómo te gustaría que te acompañaran y te trataran?

¿Te acuerdas cuando estabas embarazada y tu cuerpo empezó a cambiar? Probablemente no te sentías tan cómoda o no te encantaba, a algunas mujeres sí les gusta, pero no dejan de sentir ciertas incomodidades. Puede ser que alguna vez no hayas calculado la dimensión de tu panza y chocaste con algo, quizá en algunas ocasiones no encontrabas qué ponerte para sentirte linda, probablemente más de una vez se te cayó la comida y te manchaste la blusa. Te tuviste que ir acostumbrando a lo que era vivir con un cuerpo cambiante durante unos meses, seguramente algunas veces fue fácil mientras que otras no tanto y eso que ¡al final tendrías tu premio!. Algo así les pasa a nuestros queridos marcianos, pero para ellos sin aparente recompensa y sin saber cómo ni cuándo va a terminar este proceso.

Pues bien, los adolescentes sólo sienten cambios, cambios y más cambios, les lleva tiempo adaptarse. Si ves que pasan mucho tiempo frente al espejo, es completamente normal, es parte de reconocerse. Muchísima de la energía que tienen en esta primera etapa de la adolescencia está puesta en los cambios físicos, en ver y sentir cada cosa que les sucede y en compararse con todos con quienes pueden hacerlo, aunque generalmente se comparan con quien perciben como mejor que ellos o le ven algo que quisieran tener y sienten que no tienen. Es decir, se comparan y en esa comparación deciden que los otros son mejores que ellos, se sienten en desventaja lo que les provoca inseguridad.  Cuando están así, no hay poder humano que convenza a estos seres de otro planeta de que son lindos, que su cuerpo está bien, que ya crecerán, que el granito que ellos ven no se les ve tanto, ni que su amiga o amigo no es tan espectacular como ellos lo perciben. Si les decimos cualquier cosa pueden contestar algo como: ¡Eso dices porque eres mi mamá!, ¡Claro que se ve mi grano, lo que pasa es que tu no lo ves porque necesitas lentes!, ¡Ashhh no entiendes nada!; o bien simplemente dan un gracias bastante cortante, te voltean los ojos, te hacen una carota, etc.

 Por favor ¡NO TE LO TOMES PERSONAL! respira, tómalo con calma, ya se le pasará. Son momentos de mucha frustración, incomodidad e inseguridad para ellos. Lo que menos necesitas es pelear con un adolescente que se siente así. Elige tus batallas. Probablemente esta es una que quieras dejar pasar porque te aseguro, no la vas a ganar, si no se gusta a él o ella misma por mucho que le digas en ese momento, tu comentario no va a ser bienvenido y su sentimiento no va a cambiar. Y de manera súper puntal te pido que por favor ¡tú no compares a tu marciano con otro! Es normal que lo hagas, pero guárdatelo para ti, compártelo si quieres con otro adulto, pero no se lo digas a él o ella porque esto lo único que va a provocar es que se sienta rechazado, más inseguro y le provoque enojo que lleve a pleitos o a distancia entre ustedes. No olvides que cada persona es única, no todos viven los cambios de su cuerpo a la misma edad ni de la misma manera. Si tienes dudas  o inquietudes sobre si los cambios físicos de tus hijos son normales lo mejor que puedes hacer es preguntarle a su pediatra.

Mantente cerca de tus hijos para que puedan quejarse, valida lo que están sintiendo, comprende lo frustrante que es no encontrar ropa que te guste y te quede o no sentirte cómodo en tu cuerpo. Recuerda, es una etapa, no se van a quedar así ni todos los días serán iguales. Se paciente con su torpeza, con el cansancio que sienten cuando están creciendo, con la pena que les da. Acompáñalos desde el amor y la compasión. Haz lo mismo contigo, se amorosa y compasiva con lo que a ti te sucede con estos cambios de ellos. ¡Verás como estos marcianos se volverán a transformar y darán vida a tu hijos adultos!

Mary Carmen