Mentiras: ¿Pinochos o simplemente adolescentes?

No existe adolescente que no haya mentido...

es algo esperable que hagan no sólo durante la adolescencia sino desde antes. Los niños desde pequeños aprenden a mentir y esto no quiere decir que hemos fallado como padres, es parte normal del desarrollo sano de los niños. Descubren que pueden hacerlo y lo usan en diferentes circunstancias esperando ver qué pasa después. Lo que hacemos como padres en esas etapas irá forjando su criterio moral respecto a las mentiras.

Diferentes investigaciones muestran que el 98% de los adolescentes en todo el mundo les mienten a sus padres

Esto concuerda con estudios realizados por la Dra. Nancy Darling, profesora de psicología de la Universidad de Oberlin, Ohio, quien ha estudiado a los adolescentes y la honestidad por más de 20 años en Estados Unidos, Uganda, Italia, Chile y Filipinas.[i]

Sin embargo, y por contradictorio que parezca la gran mayoría de los adolescentes concuerdan en que la honestidad y la verdad son muy importantes en sus relaciones personales e igualmente importante es que la gente confíe en ellos.


Esto quiere decir que para ellos los valores que les hemos fomentado desde pequeños en la casa y en la escuela son importantes y, a pesar de eso les mienten a sus padres en asuntos importantes. Ante estas afirmaciones surgen dos preguntas: ¿Si dichos valores son importantes entonces por qué mienten? ¿Qué hacemos con las mentiras?

Todos alguna vez les dijimos mentiras a nuestros padres, aún sin tener smartphones y sin tener acceso a redes sociales, no tenían forma de rastrearnos desde su celular con apps y saber nuestra ubicación exacta y aun así algunas veces mentimos. ¿Recuerdas haber mentido sobre dónde estabas, con quién estabas y a qué hora llegarías? ¿Alguna vez mentiste sobre si tenías tarea, si alguien te regaló algo o si habías bebido o fumado? Lo más probable es que hayas contestado que sí a más de una de las preguntas y podrás pensar que tenías razones para mentir.

Lo cierto es que los adolescentes tienen muchas razones para mentir, lo cual no los convierte en pinochos, criminales, mitómanos o malas personas, son simplemente adolescentes (salvo algunas excepciones que tienen que ver ya con el desarrollo de algún tipo de trastorno). Dentro de dichas razones hay unas muy obvias y otras no tanto.

Entre los motivos por los que los adolescentes mienten se encuentran:  para salir de un problema o para hacer algo que tienen prohibido; para proteger a sus amigos, hermanos o sus propios sentimientos; porque creen que no pasa nada con lo que están haciendo o dejando de hacer.

Otras razones por las que mienten los adolescentes son: para incluirse en su grupo de amigos, para hacerse notar, o por el contrario para no ser señalados como diferentes. Esto dependerá de qué necesiten para hacer más llevadera su vida social en un momento dado.

Los adolescentes “mienten si piensan que se van a meter en problemas, si piensan que decepcionarán a sus padres y si piensan que sus papás les impedirán hacer algo que desean hacer en el futuro”[i].

También dicen mentiras cuando creen que no vamos a entender su forma de pensar, actuar, o ver la vida. De modo que prefieren no entrar en una discusión y no decirnos lo que verdaderamente piensan y sienten sino lo que ellos saben que queremos escuchar, así se evitan sermones que no quieren oír.

Mienten también cuando se sienten muy controlados por los padres, cuando sienten que las decisiones de los adultos a cargo son injustas o arbitrarias.

De acuerdo con Nancy Darling algunos de los temas más frecuentes sobre los que los adolescentes mienten son: la forma en que gastan su dinero, a dónde van con sus amigos, qué hacen, con quién salen, sobre el consumo de alcohol y otras sustancias.[i]

Entre las razones menos obvias por las cuales dicen mentiras podemos mencionar la necesidad que tienen de independencia y privacidad. A veces, más que mentir, nuestros hijos omitirán detalles o información simplemente porque no hay ningún adolescente que les haya contado todo a los padres. Es una forma de decirnos no quiero que sepas esto porque “esta parte de MI vida es SOLO MÍA”, “es MI vida social”, “es MI escuela, MI cuerpo, MI afición”, etc.

Parte de su proceso de independencia tiene que ver con poner límites a lo que nos platican. Que omitan información o la digan a medias puede tener que ver o no con nosotros. Si ellos sienten que no pueden confiar en nosotros, que exageramos todo lo que nos dicen, que divulgamos lo que nos cuentan, que cada que nos dicen algo se llevarán una lección, sermón o simplemente no se sienten escuchados y validados, es evidente que evitarán platicarnos desde cosas simples hasta más profundas, será entonces no solamente cuestión de independencia y privacidad sino también de fallas en la relación.

Por otra parte, aunque nuestra relación con ellos sea muy buena y cercana, nos platiquen muchas cosas no podemos pensar en que nos platicarán tooooodo. Como dije antes, no existe adolescente -ni es un proceso sano- que nos cuente absolutamente todo. Así es, parte del crecimiento incluye reservarse cosas para ellos, otras para sus amigos, algunas las hablarán con otros adultos y compartirán otras con nosotros. Lo más importante es que sepan que cuando se trata de algo que los pone en riesgo, cuando necesitan ayuda, sin importar las circunstancias ahí vamos a estar para ellos. Primero los ayudaremos a salir de aquello en lo que se hayan metido y luego hablaremos lo que tengamos que hablar, pero para que puedan confiar en que así será tenemos que cuidar nuestra forma de responder ante eventos tanto sin mayor importancia como ante los importantes, es decir, sin sobre reaccionar ni hacer escándalos o exagerar con eventos pequeños, sin pelear para ganar batallas pequeñas sin mayor relevancia para pelear e imponernos en las verdaderamente importantes.

Cuando nuestros hijos eran pequeños tener secretos con nosotros significaba traicionarnos y por lo mismo terminaban por decirnos casi todo y por confesarse si habían mentido. De ahí que es completamente normal que cuando notamos que nuestros hijos, ahora adolescentes, comienzan a omitir información, los cachamos en mentiras o nos mienten sin retractarse, resulta doloroso. Algunos papás y mamás piensan que han fallado como padres, temen que se sus hijos se vuelvan mentirosos compulsivos. Otros los señalan como mentirosos y amenazan con quitarles toda la confianza. Pues ni es que fallamos como padres, ni es que no les hayamos transmitido valores, ni es que se van a quedar así permanentemente. Lo primero que tenemos que ver es por qué omitieron información o por qué mintieron pues esto nos ayudará a responder de la mejor forma ante las mentiras.

Cuando se trata de omisiones de información porque están creciendo se trata primordialmente de ellos y no hagamos de eso algo personal. Es muy importante respetarlos, de modo que tengan menos necesidad de ocultarnos cosas, de mentirnos y por lo tanto en una relación de mayor confianza y cercanía hacia nosotros.

Es muy importante entender que cuando se trata de omisiones de información porque están creciendo se trata primordialmente de ellos y no hagamos de eso algo personal. Duele saber que nuestro hijo o hija ya creció y no nos cuenta todo, pero si lo empezamos a ver como una parte sana que no habla de desconfianza sino de crecimiento para llegar a ser adultos vamos a poder estar mejor para ellos y ser más capaces de darles ese espacio de privacidad que necesitan; dejaremos de confundir mentiras con privacidad y podremos respetarlos, entendiendo que, así como nosotros no le dijimos todo a nuestros papás, ellos tampoco lo harán. Lo que se traducirá en que tengan menos necesidad de ocultarnos cosas, de mentirnos y por lo tanto en una relación de mayor confianza y cercanía hacia nosotros.

Una vez que sabemos algunas razones por las que los adolescentes dicen mentiras es importante saber qué hacer ante esta situación. En el artículo ¿Qué hago cuando mi adolescente miente? encontrarás algunas alternativas que pueden ayudarte a saber qué puedes hacer cuando tu hijo te dice mentiras.

Mary Carmen Cervantes

Marzo 2022



Bibliografía:

Pellissier, H. www.greatschools.org. 2017

Mary Carmen